jueves, 15 de diciembre de 2011

INTERVENCIÓN ANTE LA URGENCIA PSIQUIÁTRICA

3.1. Triage


Siguiendo un esquema propio de las urgencias, la primera fase de la
intervención se denomina triage; etapa en la cual se deben identificar
rápidamente la presencia de problemas que puedan ser amenazantes para
la vida del paciente.
En este primer paso se debe determinar si existe alguna enfermedad o
circunstancia que pueda resultar mortal y si existe un riesgo elevado de
violencia. Una vez que la seguridad del paciente, familiar, otros pacientes y
el personal está a salvo, se puede proceder a las etapas sucesivas.
En esta etapa, fundamentalmente se deben destacar o identificar tres
cuadros principales:
• Conductas de agitación y amenaza.
• Conductas autodestructivas.
• Problemas médicos graves.
La conjunción de problemas médicos graves con algún otro de los
cuadros va a requerir un plan de disposición inmediato. Por ejemplo, si se
aprecia un cuadro confusional asociado a insuficiencia respiratoria aguda,
es más importante remitir al paciente a una unidad donde pueda ser tratado
del problema respiratorio, que hacer una exploración psicopatológica más
prolongada.


3.2. Valoración


Valoración biológica
Es totalmente indispensable ante cuadros de delirium o de psicosis
agudas sin antecedentes psiquiátricos previos.
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Debe practicarse una exploración neurológica ante la presencia de algún
signo de organicidad cerebral, como obnubilación, afasia, disartria, ataxia,
etc.
Valoración social
Es fundamental para el buen manejo del paciente y de los posibles
planes de cuidados conocer las circunstancias del entorno del paciente. Se
deberá averiguar el ambiente en el que se ha producido la emergencia, la
existencia de factores precipitantes, la identificación de quién ha solicitado
la visita y saber si viene solo o acompañado.
Es esencial conocer cuál es la opinión de los acompañantes respecto a
un posible ingreso, ya que hay pruebas de que existe una alta coincidencia
entre el plan disposicional (destino) del paciente y la opinión que tenía la
familia o acompañantes al respecto (Tischler, 1966; Rose, Hawkins y
Apodaca, 1977).
Una vez realizado este proceso de valoración, el profesional sanitario
tendrá que ser capaz de responder a cuatro preguntas o estimaciones muy
concretas y necesarias:
1. Grado de riesgo de autoagresividad y/o heteroagresividad.
2. Grado de implicación de factores orgánicos.
3. Grado de predominio de síntomas e interacciones entre ellos
(síndromes).
4. Reacción que puede suscitarse ante la prescripción terapéutica,
diagnóstico y disposición (tanto en el paciente como en los
acompañantes).


3.3. Plan de tratamiento


Aunque es en este momento cuando debemos considerar
individualizadamente a cada caso concreto, existen tres grandes aspectos
comunes que debemos tener en cuenta:
1. En situaciones de riesgo, habrá que tomar decisiones oportunas y
rápidas, que pueden ir desde indicar compañía y vigilancia
permanente al paciente, a aislamiento del medio familiar, e incluso
sujeción mecánica si existe la posibilidad.
2. Considerar la puesta en marcha de las actividades enfermeras
correspondientes según el tratamiento farmacológico o psicológico
prescrito.
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3. Considerar el conjunto de decisiones que se requieren para resolver
una situación clínica. En síntesis, la conducta clínica (conjunto de
decisiones sobre las intervenciones a seguir) es la que responde a la
pregunta de ¿qué conducta seguir ante este caso?.
En la mayoría de casos de urgencia psiquiátrica, la información y el
apoyo familiar pueden resultar sumamente determinantes de la solución que
se pueda dar al caso.


3.4. Plan disposicional


En esta etapa se deben responder dos preguntas:
La primera es dónde se remite al paciente tras la evaluación.
Lógicamente, puede remitirse al domicilio, o bien a alguna institución ya sea
psiquiátrica o no.
La segunda va a ser quién se hace cargo del caso, lo cual puede ser
casi rutinario si el paciente ingresa en un hospital, pero bastante más difícil
si el paciente no ingresa.

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